Noches de Sexo y pasión una historia vida de Camila

Los muslos de Camila lucen duros. Sus zapatillas son para coquetear. Ella me invita a un lugar privado.

NO APTO PARA ESPANTADOS….

Francisco De Luna /TVN Veracruz 

Xalapa, Veracruz a 14 de Agosto de 2018.- El perfume de Camila es tan oloroso que destapa las fosas nasales. Su falda muy corta, casi como una faja. Es de pelo largo, morena, nariz bien definida y luce un cuerpo como reloj de arena.

Ella al igual que el resto de sus compañeras mueve las caderas casi en forma circular cuando se acercan a un posible cliente.

Como si se tratara de un ritual avanzan endureciendo las piernas y con el bolso brilloso que sujetan firmes y listas para el servicio sexual.

“Nosotras, a todas las que ves aquí somos prostitutas” –cuenta- y se acerca simulando un baile sensual, luego recarga sus muslos en la pared de una ferretería. De entre su monedero amarillo con manchas azules saca un cigarro y su encendedor enforma de guitarra. –lo enciende-.

Invita a darle un jale mientras avanza la charla. Desconfía de la prensa. Se muestra tímida y huraña. “No quiero hablar mucho, no me gusta. Como dicen por ahí sino compra no magulle”. –Entonces pide que nos alejemos-.

El reloj marca las 11:00 de la noche. Es el momento del fulgor, el horario de entrada en este oficio que atrae deleites sexuales.

Los clientes saben dónde está la “tienda” para encontrar esta mercancía –responde Camila sin ningún tapujo- y luego se da una palmada en las nalgas que se mueven casi gelatinosas.

Pujidos que dan dinero

Entonces los conductores pitan y avanzan sin detenerse sobre el transitado bulevar Lázaro Cárdenas en la ciudad de Xalapa. “Esos son ojetes. Los que pitan sólo lo hacen por chingar”, comenta y mira el celular –creyó que era un cliente- pero enrealidad era un aviso de la compañía telefónica para que le ingresara saldo.

Se le cuestiona que si el negocio no genera ganancias económicas porqué continuar en él –responde que es por vicio, costumbre y mucho gusto- se conforma con tener dos “acostones” con eso ella gana 500 pesos durante la noche.

El punto de encuentro es en el arco del fraccionamiento en Jardines de Xalapa, muy cerca de la plaza Crystal. Ahí se sientan a esperar al cliente, al deseoso de satisfacer fantasías sexuales.

Ella confiesa no sentir nada. Y que actúa tener quejidos pues revela que entre más gritos o pujidos el cliente paga más.

Pero para atrapar al “animal” como ellas lo nombran no es tan complicado. Ya saben quién está ansioso de sexo, pues el futuro cliente avanza lento en su coche, pasa una y otra vez frente a ellas –aunque aclara que también hay transexuales que se prostituyen-.

Cuando observan “el material” pasan aún más despacio, pegados a la banqueta; luego encienden las intermitentes que se traducen como el anzuelo en este mundo de la prostitución.

Vamos a la cama

Ya pasaron 30 minutos y Camila un tanto sensual comenta que ya perdió mucho tiempo, así que invita a la cama, a un lugar privado.

-De una vez anímate. Te cobro vara porque quiero sacar bien la noche. Tengo que juntar pal´ abonero.

-Jajaja. Sólo vine a la entrevista que es algo sencillo y no quieres ceder.

-Pues eso también tiene costo. Ándale, ando con muchas ganas.

Sus comentarios son como si te agarraran “en curva”. De pronto no sabes qué decir, pero surge la pregunta de cuánto es lo más barato que ha cobrado.

Entonces ella responde que “a veces de gratis” con que le den un cuarto o una cama dónde pasar la noche.

Para ese instante el reloj ya casi marca los primeros segundos del siguiente día. La obscuridad es cada vez más fría y peligrosa. Era domingo y muy pocos “maniáticos” arribaron porque el lunes habría que trabajar.

Entonces así es como recuerda que las “mujeres públicas” descansan los lunes.

-Ya vete. Aunque si me das donde dormir puedo dejarte más seco de lo que estás
-Mejor sígueme contando de ti. ¿Cómo es que te animaste a entrarle a este oficio?
-Quedé sola, mi marido se fue con otra más puta que yo.

Así un tanto rencorosa responde, -pero confiesa que estos cinco años que lleva dentro de la prostitución ha probado mejores hombres que el que fuera su pareja.

Esta noche será mía

Camila no quiere confesar su edad, pero se nota joven y de aproximadamente 28 años. Sus zapatos de plataforma la hacen lucir más alta de lo que en realidad es.

Cuenta que vive en la colonia Campo de Tiro, y que durante las madrugadas teme llegar a su casa y se siente un poco más segura con el cliente.

Confiesa que la mayoría de sus compañeras son de barrios bajos, de las zonas más apartadas de la ciudad “allá donde te enlodas estos zapatos bonitos”, dice y levanta la pierna en forma de provocación.

Trabaja de martes a sábado, en ocasiones los domingos y aunque sabe de las campañas contra la transmisión sexual “se cuida” cuando el cliente pone los condones sino de todas formas ella cumple con su trabajo.

Tiene temor porque el servicio no siempre es con hombres limpios. Le tocan sucios y malolientes. También de todos los tamaños, altos, chaparros, flacos y gordos.

Camila se harta. Es enojona y muestra carácter rudo. En sus manos cuelgan pulseras imitación de oro. –claro que no son alhajas finas, pero es para verse más atractivas y pescar a más tipos- explica.

Casi a las 12:20 de la noche, un taxista de Banderilla se anima, toca el claxon, enciende las intermitentes, le sugiere subir a launidad. El chofer se jacta.

-Ni modo carnal, este cuero será mío esta noche.

-En segundos el hombre robusto, moreno y mal encarado acelera y se pierde en la distancia, llevándose a Camila, esa mujer que dormirá en el cuarto de un desconocido y que seguramente dejará ese aroma que carcome la nariz.

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